Lunes, 5 de octubre de 2015
Evangelio
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»
Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»
Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»
Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»
Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»
Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»
Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
Queridos amigos:
Hoy es “Día mundial de los sin techo”. Una realidad que afecta a millones de seres humanos. Además estamos iniciando Octubre, el mes misionero, el mes del DOMUND, el mes que nos habla de la presencia de miles de misioneros/as entre los más pobres del mundo que intentan llevar a la práctica el Evangelio de hoy: el samaritano que conmovido se acerca al malherido, lo cura, venda sus heridas, lo monta en su propia montura, lo lleva a un albergue y le pide al dueño que lo cuide. Hombres y mujeres que dejándolo todo no tuvieron miedo de ir a lugares pobres y vivir allí, no como Jonás que huyó ante la dificultad de tener que predicar en una ciudad pagana.
Pero como dice Jesús los pobres los tenemos siempre, y los tenemos cerca y todos los días; son esos prójimos que yo no busqué sino que se metieron en mi vida de improviso, sin ser llamados, y están ahí. Y, aunque hemos leído bellísimos libros sobre la paz, el amor, la justicia, pasamos de largo ante el pobre por prejuicios como el sacerdote y el levita… y el hombre (el pobre) sigue tirado en la vereda del camino apaleado y casi muerto.
Muchas veces nos atrae lo grande, lo llamativo, lo espectacular, los pobres del tercer mundo… y el prójimo ¡está tan cerca y es tan pequeño! Queremos dirigir la mirada lejos y el prójimo es tan cercano que le pasamos por alto Estamos tan ocupados escuchando música o noticias en nuestro celular que no vemos lo que pasa a nuestro alrededor. Hacemos grandes discursos sobre la pobreza, y nos olvidamos del pobre que tenemos al lado.
No son las teorías las que liberan al hombre, sino las obras. Lo que salva es vivir y obrar como prójimo, no la teoría sobre “quién es mi prójimo”. El herido de la parábola es un hombre sin nombre ni apellidos, sin pertenencia religiosa o política, y eso basta. Lo único que importa es que nos necesita. Jesús le dice al doctor de la Ley: “Vete y haz tú lo mismo”. Lo importante no es pensar, sino hacer.